Paseaba junto a mi padre por la fantástica localidad de Ezcaray comentando la belleza de las construcciones tradicionales en piedra y madera. La conversación derivó en otros temas y, entre ellos, me explicó el origen del significado de la famosa expresión “a ojo de buen cubero”. Ésta nace de los antiguos maestros carpinteros que, para las bodegas, a simple vista, estimaban con gran precisión el volumen de vino que habrían de contener las barricas.

 

          Es así que, análogamente, existe en el aprendizaje del proyectista una parte fundamental que no se enseña en las escuelas de arquitectura y que, desgraciadamente, no se llega a adquirir hasta bien entrados los años en el mundo profesional. No me refiero a otra que al desarrollo de una intuición que permita aproximar medidas y dimensiones sin necesidad de realizar cuentas o pre cálculos. Sin duda, la obra “Números Gordos en el Proyecto de Estructuras” marcó un antes y un después en el proceso de diseño de proyectos dando al arquitecto o ingeniero valiosas herramientas de estimación. A pesar de ello, dicha publicación, en mi humilde opinión, es válida para una fase segunda de diseño en la que el cálculo estructural tenga rangos de acierto superiores al 90%. Es pues que, tal y como creo, existe una etapa primera, anterior ésta, en la que el proyectista ha de emplear valores de precisión inferior, pero muy válidos para un predimensionado. Imagínese el lector la situación de una llamada telefónica en la que se nos pida el canto aproximado que tendrá una viga de hormigón o cuánto ocupará un patinillo para evacuación de aguas. ¿Cuánta altura libre se puede ganar sustituyendo una viga de canto por una viga con cabeza de compresión? El aporte aproximado de esos datos es el objetivo de ésta publicación.

 

          Con todo ello, como ya se ha dicho, se pretende facilitar tanto a arquitectos e ingenieros nóveles, ya bien en la escuela o en sus primeros años de profesión, como a profesores de construcción, instalaciones, estructuras y proyectos, herramientas sencillas para la realización de cálculos previos que, bien no siendo absolutamente precisos, son muy indicativos de las dimensiones a conseguir, de manera que a su vez, sirvan como elemento de juicio para valorar si el resultado posterior es desmesurado o escaso. Sin embargo, es necesario indicar que dichos valores no significan nada y que no garantizan corrección absoluta pero sí una cercanía al valor real.

 

          El método presentado responde a dos conceptos básicos: breve introducción del elemento y recomendaciones de diseño, y predimensionado por tabla o breve operación matemática. El manual se divide a su vez en tres capítulos: elementos estructurales, instalaciones y elementos relativos a éstas y espacios arquitectónicos singulares. Las referencias bibliográficas son continuas y los procedimientos son los empleados por entidades académicas, tratadistas y profesionales de los respectivos campos.

 

          No puedo concluir este exordio sin agradecer de manera efusiva a Antonio José Cidoncha Pérez la, para mí, inabarcable tarea de realizar la cubierta y la sobresaliente ayuda y apoyo recibida por: Rufino Goñi Lasheras, a su vez redactor del prólogo, César Martín Gómez, José Manuel Cabrero, Domingo Pellicer Daviña y Miguel Ángel Alonso del Val, además de otros incontables profesores en la formación universitaria, colegas de profesión, familiares y amigos que han hecho posible con su tiempo, comprensión, pasión docente, revisiones y apuntes constantes esta publicación, que es tan suya como mía, pero sobre todo el incesable espíritu de profesionalidad y autosuperación que me han inculcado.

 

          Finalmente, no hay que olvidar que la herramienta más importante a emplear por todo profesional de la elaboración de proyectos, por encima de lo demás, es el sentido común.

 

Pamplona, junio de 2012